Una batalla más para que vivas: Segundo bombardeo de Buenos Aires 19 de agosto de 1811




El Segundo bombardeo de Buenos Aires fue dispuesto por el gobierno realista de Montevideo y efectuado por una escuadra comandada por el capitán de navío Juan Ángel de Michelena el día 19 de agosto de 1811.
Tuvo por objeto forzar a la Junta revolucionaria que gobernaba el proceso iniciado el 25 de mayo de 1810 en aquella ciudad al retiro de sus tropas de la Banda Oriental y a restar todo apoyo a las milicias rebeldes de la campaña hasta tanto el Consejo de Regencia se pronunciara respecto de la cuestión de fondo, la representación de los intereses de Fernando VII en el Río de la Plata.
Estas condiciones habían sido propuestas y rechazadas en julio de ese año tras el bombardeo de la ciudad.
El ataque fue efectuado aun cuando en ese momento se efectuaban negociaciones en Montevideo a requerimiento del mismo Elío.
Mientras la indignación popular impulsó a formar rápidamente un fondo para armar la mínima fuerza que recibiera el esperado regreso de Michelena, Elío invitó inmediatamente a la Junta a entablar negociaciones en territorio neutral, para lo que se proponía utilizar un navio británico frente a Montevideo, lo que fue aceptado por el gobierno revolucionario y el 12 de agosto se envió a Montevideo una misión diplomática compuesta por el Deán Gregorio Funes, el Dr.José Julián Pérez y el Dr. Juan José Paso. No obstante ese mismo día se presentó en balizas la escuadra de Michelena para nuevamente bombardear la ciudad, lo que suspendió a instancias del comandante británico y en razón de las tratativas iniciadas.
El 15 de agosto, aún en curso las negociaciones Elío envío a Michelena un oficio ordenándole que "continúe operando hostilmente sobre Buenos Aires, advirtiéndolo antes a la Junta por medio de un parlamento, sin que deba suspenderlas porque se halla pendiente la comisión de sus diputados, a menos que no se conforme con las proposiciones de la intimación que hice en 15 del próximo pasado".
El día 18 Michelena recibió sus órdenes, las que transmitió por parlamento directamente a la Junta. Esta, desde su sede en la Real Fortaleza, respondió que estando pendientes aún las negociaciones, la exigencia de aceptar las condiciones del 15 de julio era no solo indigna sino injusta e irracional y no dejaba otra opción que ratificar la respuesta dada el 16 de aquel mes.
En la madrugada del 19 de agosto, a las 00:45, la escuadrilla española inició una lenta aproximación. A las 7 de la mañana se ubicó en línea de combate pero con tan exagerada prudencia que recién seis horas después inició un fuego sostenido, siempre sin traspasar el banco frente a balizas, por lo que dada la distancia era por completo inútil.
Desde los cuatro pequeños lanchones que al mando de Bouchard protegían las balizas exteriores "como por burla y menosprecio...se les contestó a los tiros suyos con tiros de pistolas."
Finalmente, los lanchones abrieron fuego con su único cañón y respondieron esporádicamente para conservar munición y demostrar capacidad de fuego. El único avance realista fue el de uno de los faluchos que apoyado por una cañonera se desprendió de la línea, se aproximó algo y luego de intercambiar disparos retorno a su posición inicial. A las 17:30 los realistas se retiraron río adentro. Los únicos heridos entre los patriotas fueron tres hombres y a causa de un cañón que mal ajustado los hirió en su retroceso.

"Todas esta horas que hubo de tiroteo fue diversión para el vecindario, que lo más de él estuvieron sobre la barranca pasando el tiempo en reírse de los enemigos, que tan sólo de lejos hacían ruido y no se aproximaban de temor, sin poner en ejecución el bombardeo amenazado"
Beruti, Juan Manuel, Memorias Curiosas.

"las negras lavanderas de la playa se burlaban a gritos, golpeándose la boca con las manos y haciendo toda clase de ademanes, tan extravagantes como ridículos".
Robertson, John Parish, Letters on South America.

"Aún se hallaba a la una del día a una distancia considerable fuera del tiro de nuestros buques, y ya principió un cañoneo desesperado contra el río, donde inmensidad de gentes estaban siendo espectadores de su ridículo combate. Nuestros marineros en los palos les contestaban con tiros de pistola con pólvora, acompañando una griteria que cubría de vergüenza a cuantos españoles sensatos presenciaban aquella escena, la más humillante que habrá tenido la marina española en todas las repetidas veces, que su cobardía le ha acarreado la pifia hasta de las mujeres.[9] El bergantín Belén y demás buques grandes, donde probablemente vendrían los delicados oficiales de marina, se colocaron a una distancia en que no pudiesen alcanzarles nuestros fuegos, pero ni ofender ellos a nuestros buques. Sólo un falucho y una cañonera se aproximaron algo más, como para explorar el calibre de nuestra artillería, y si podría la suya ofender sin que les alcanzasen. Mas luego que recibieron uno o dos balazos, por lo que se observó, se retiraron a acompañar y seguir el fuego de la capitana contra los surubíes y pejerreyes del río."
Pedro José Agrelo. La Gazeta

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