¿Cuánto vale nuestro trabajo?



Tarea difícil, si las hay, la de determinar cuanto es el valor de nuestro trabajo como locutores-productores-periodistas-operadores en el mercado local. La nuestra es una profesión sin mayores regulaciones y sólo aquellos que tienen el privilegio de trabajar en la única radio del Estado como empleados de planta, pueden tener una retribución que dudo que sea justa pero que al menos resulta del acuerdo entre los gremios correspondientes y la patronal. Fuera de ese ámbito todo es mentira, nada es amor como dice el tango.

Cuando estamos en segundo, tercero o cuarto año de la carrera o cuando nos quedan pocas materias para recibirnos, todos aspiramos a nuestro espacio radial, a nuestro tiempo de aire, a nuestra columnita gráfica o radiofónica. Al fin para eso hemos empeñado nuestro tiempo, nuestros esfuerzos, nuestras ilusiones y más de ocho mil pesos (*) dedicados a nuestra formación. Para esto podemos seguir dos caminos: Comprar un espacio a alguna de las FM locales o vender nuestro trabajo por un salario. En el primer caso actuamos de forma independiente. Pagamos el espacio y nos quedamos con el sobrante de la publicidad que podamos vender en el mercado local. En el segundo aceptamos una paga que determina nuestro eventual patrón y para la que no tenemos más referencias que el dinero que el patrón nos ofrece.

En el primer caso actuamos como aprendices de empresarios o de Quijotes. En el segundo somos trabajadores. Entonces, es aquí donde se complica determinar cuál es el valor de nuestro trabajo. Establecer qué precio debemos poner a nuestra hora de trabajo. Aun así podemos tomar algunos datos para reflexionar al respecto.

Un docente de enseñanza media que recién ingresa a la docencia sin antigüedad y sin ningún aporte extra gana $8 (ocho pesos) la hora. Una empleado doméstica cobra entre cinco y siete pesos la hora. Un profesor particular entre cinco y diez pesos. El salario mínimo vital y móvil nos da un promedio de 17 pesos por hora de trabajo. Con seguridad estos datos pueden ser perfectibles y ajustables pero nos pueden servir de indicador al momento de acordar algún tipo de remuneración

¿Debemos permitir qué nuestra remuneración sea menor que la que fija la ley para una empleada doméstica que no invirtió un solo peso ni una sola hora en su capacitación? ¿Es nuestra tarea menos valiosa que la de un docente? ¿Podemos admitir que nuestro trabajo sea remunerado por debajo de lo que establece el sueldo mínimo vital y móvil? Preguntas de respuesta difícil que con seguridad abren otros interrogantes.

En este debate profundo que debemos darnos los estudiantes y los profesionales jóvenes de las carreras de Periodismo y Locución no faltarán quienes pretendan menoscabar nuestro esfuerzo y nuestro tiempo diciéndonos que, de algún modo, nos hacen un favor. Que nos brindan la oportunidad de hacer experiencia. Que hacen hincapié en la juventud (no la de quién escribe) y en el entusiasmo. Que nos pintan un mundo color de rosa donde los locutores y los periodistas sólo trabajan por vocación y no pagan la luz ni el gas ni la tarjeta del celular y seguramente no comen porque quizá en las clases de Expresión Corporal les enseñaron técnicas de faquires. No faltará quien arremeta con un canto de sirenas que nos conduzca a desvalorizar nuestra tarea y a regalar nuestro trabajo a veces, con la complicidad de la propia Universidad que convalida pasantías que más allá de enorgullecerla por la oportunidad que le ofrecen al estudiante debieran avergonzarla por fomentar la explotación, encubrir un trabajo mal remunerado e impedir al pasante que firma este contrato ningún tipo de derecho laboral.

¿Cuál es, entonces, el valor de nuestro trabajo? No tengo una respuesta definitiva. Tal vez deberíamos comenzar a buscarla entre todos. Se que nuestro trabajo vale más de ocho pesos la hora por formación y por inversión. Se también que esta devaluación del valor de nuestro trabajo no sólo es producto de la crisis económica o de las dificultades del mercado sino que es también nuestra responsabilidad cuando aceptamos trabajar por un salario indigno. Cuando permitimos que algún inescrupuloso se aproveche de nuestra buena fe, de nuestra juventud (no la de quien escribe) y de nuestro entusiasmo. Cuando nos subvaloramos y creemos que nos hacen un favor cuando en verdad el favor lo estamos haciendo nosotros.

¿Qué pasaría si esta misma tarde todos nosotros dejáramos de escribir, de operar y de hablar? ¿Si ninguno (estudiante avanzado o profesional joven) aceptara trabajar por menos de una paga que se acerque a la dignidad?

Una vez más no tengo respuestas pero si la convicción de que este es un debate que nos estamos debiendo.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Planteo más que interesante, sobre todo para los que hemos estado o estamos en una posición como la que describís. Que pasaría si desaparecieran los pasantes de los medios de comunicación?
En todo caso el problema se repite en todas las profesiones. Inconvenientes similares aquejan a pichones de abogado, contador, o arquitecto. Además de plantarse con firmeza, hay que recordar no repetir esta estructura cuando seamos nosotros los empleadores.

Un abrazo a los dos, y felicitaciones por el espacio

Anónimo dijo...

Miren muchachos su trabajo como el de tanto colegas en su misma situación no tiene precio porque vuelcan toda su sapiencia y sabiduría (materia gris pura) que no se compra en el almacen (perdon Schopin)sino me deschavo la edad.
Hasta tanto no se legisle como correspponde cualquier nabo como yo puede tener una FM y decir lo que se le antoje sin importarle las consecuencia para la digna y abnegada profesión de periodista.
ADELANTE HAGAN LO SUYO que lo disfrutaran porque es lo que les gusta

Chuli! dijo...

"Cuando tenés razón , tenés razón" diría mi vieja.
Viendo como están las cosas, uno agacha la cabeza, se come cada garrón por dos pesos locos, que lo único que hacen es hacer un poco más amena la vida: poder disponer de tu plata sin tener que romper los quinotos los fines de semana (o durante la semana para las benditas fotocopias que tanto sirven a nuestra formación); tener una pilchita algo (sólo algo eh!) aceptable para cuando se va a rendir un exámen y demás, o para cuando se va a entregar un currículum; para vivir con dignidad simplemente...
Ahora, como este es un planteo más que interesante que debiera/tuviera que hacerse en los "claustros" universitarios, voy a acotar algo que realmente me infla los ovarios cuando gente que no tiene ni idea de que se trata ser Locutor/Periodista, de la importancia que tiene esta profesión y demás (humildad al margen) viene y de prepo te lanza un "vos "estudiás" locucion?... jaja! No jodas, dejás de mentir..."

A lo que mucho tendríamos que decir: Sí, Locución señor/a... con mayúscula.

Gracias, se ve que en la facu aprendiste bien lo de "haga empatía con el oyente/lector" ;)

Locutoreeeesss! :P

Anónimo dijo...

El trabajo de Locutor como el de periodista plantea la posibilidad de realizar debates en la sociedad e informar en el caso de que así se desee. Pero algo que noto en la sociedad uruguayense es la falta de ideas al momento de realizar un programa radiofónico. ¡Basta de pasar música y leer diarios! Eso hay que dejarlo para los conocidos en los medios de Concepción del Uruguay. Sabemos quiénes son, varios de ellos profesores.
¿Cuánto vale nuestro trabajo? Creo que mucho, y cada uno en el caso de que vaya a trabajar en un medio privado debe exigir que se valore su hora de trabajo, puedo asegurar que si todos, casi imposible, valoraran su trabajo y tendrían su "chachet" desaparecen la mitad de las radios explotadoras de esa ciudad. Y creo que la formación de la facultad, que no es mala, nos inclina hacia el menos precio de nosotros mismos. No tenemos confianza en lo que podemos lograr, por el simple hecho de que no creemos en nosotros. Y, ¿cómo podemos exigir si no confiamos en sí mismos?
Sin más, les mando un abrazo Mebrillos queridos.