Muchas historias que pueden convertirse en una



Infinidad de historias comienzan y terminan una noche de domingo alrededor del obelisco de la plaza Ramírez. Historias que terminarán siendo calificadas en diferentes géneros por quienes las observen; chismes, patrañas, leyendas, fábulas y, quizás, hasta tradiciones. Algunas son transitorias y otras permanecerán en el corazón de algunos enamorados que disfrutaron el momento o de algún turista que llevará el recuerdo de una plaza llena de gente. Historias comunes, como la de una familia compartiendo mates mientras miran a los gurises aprovechar lo que, para ellos, son extensas rutas para transitar con sus triciclos, bicicletas, patas-patas o simplemente corretear y gastar la ropa de todas los revolcones en el pasto, la tierra y las baldosas. Una noche que juntará una gran cantidad de historias de amistad; de aquellos que comparten un mate y otros que aportan lo comestible para recordar viejas épocas, hablar del presente y también renegando del próximo comienzo de una nueva semana donde cada cual deberá cumplir con su rol laboral, otros de estudios, algunos de viajes. Historias adolescentes que aprovechan la multitud para mantenerse a escondidas pegando la primera pitada de un vicio, el primer beso con algún noviecito/a, armando complicidades que luego causarán dolor, alegría o risas interminables. La historia de aquel abuelo que no se sonroja al convertirse en un chiquilín para jugar con sus nietos. La historia de los animales, viejos compañeros de aquellos que concurren en soledad a la plaza, y donde dos historias de soledad se mezclan, aunque sea un rato, para sentirse acompañados. Esos animales que como dueños de la plaza corren a aquellos liberados por los dueños para correr por toda la plaza. La historia del pequeño perrito de aquel chiquilín que jugaba con sus nietos, mientras su perrito era víctima de la persecución de una jauría que hacía valer su derecho, pero que finalmente fue rescatado por la mano de su amigo, el abuelo.
Las historias que se arman en torno al carrito de los panchos, de aquellos que ni siquiera van a volver para cenar, sino que van a aprovechar hasta lo último de la jornada. La historia de dos sentados en un banco, queriéndose.
Y así podré seguir narrando historias de un domingo a la noche en la plaza Ramírez. Noche calurosa de verano, pero en primavera. Todas historias individuales y compartidas, pero cantidades.
Y aquí el reclamo o la propuesta. Será que alguna vez esas historias podrán unirse, aunque sea por un rato, para disfrutar de algún show musical, de baile, una muestra artística, algún evento vinculado con el deporte. Esta es una de las oportunidades que tiene la municipalidad de organizar este tipo de eventos. La propuesta es que cada domingo las Direcciones municipales vayan rotando la organización. Por ejemplo un domingo este a cargo de la Dirección de Cultura, otro la de Juventud, otro la de Deportes y así. Es más, conversando con el profesor Sebastián Guebara de la academia Danza Na Peli, dijo que sólo había que llamarlo para que los alumnos de la academia demuestren lo aprendido. La voluntad de gente como Sebastián y Pitu está. ¿Qué pasa del otro lado?

6 comentarios:

Chuli! dijo...

Me eriza la piel el relato. En verdad es lo que pasa en esa plaza todos los domingos. Uno hace el recuento de la noche, de la semana... para, como dijiste vos, empezar una semana nueva con algo de pilas (a pesar de que ese domingo, justamente, sea el causante de la pachorra de los ojos el lunes...)

Hay una cosa obvia: para escribir, maravillosamente como lo hiciste, se necesita pensar. Ese evrbo será conocido por aquellos a los que reclamas?

Un beso... -la narración del post, me parece, va para algún parcial ;) -

Manu dijo...

Gracias por el comentario Chuli. Es sólo una mirada, pero que encierra algunos interrogantes. Si vos la querés usar para un parcial no hay problema. Nosotros hace cuatro años que venimos currando con este tipo de materiales en la facu, je. Es lo que salió.
Un beso.

Anónimo dijo...

Salvo que Graciela Díaz te descubra bajo los efectos alucinógenos de una fructífera rateada-siesta bajo las pérgolas.
RR

Chuli! dijo...

:P


jaja! me muero! me ha hecho cosas peores... :S

saludos, gracias por el permiso entonces!

Chuli! dijo...

Ah!!! pero es Estela Díaz. "Estelica" para sus alumnos! :P

Anónimo dijo...

Me gustó mucho la nota. Ahora falta que las direcciones municipales sepan actuar para la sociedad.