El sueño cagado del General



“El ferrocarril hará la unidad de la República Argentina mejor que todos los congresos. Los congresos podrán declararla una e indivisible; sin el camino de fierro que acerque sus extremos remotos, quedará siempre divisible y dividida contra todos los decretos legislativos. Sin el ferrocarril no tendréis unidad política en países donde la distancia hace imposible la acción del poder central”.
Juan Bautista Alberdi.
Así lo entendió Justo José de Urquiza. En 1854 el Presidente de la Confederación Argentina aprobó el informe de Allan Campbell para el tendido de un ferrocarril entre Rosario y Córdoba que debería ser la primera fase de un emprendimiento que permitiera unir al Atlántico con el Pacífico por un camino de hierro. En 1855 Urquiza autorizó a José Buschenthal para contratar en Europa una empresa constructora del ferrocarril y en diciembre de 1860 el administrador personal de Urquiza, Mardoqueo Navarro, informa que el ex presidente está decidido a aportar doscientos mil pesos en acciones para la construcción del ferrocarril, lo que lo convierte en el principal accionista. En 1863 comienza la construcción que Urquiza jamás verá finalizada y que inaugurará Sarmiento en mayo de 1870, un mes después del asesinato del General. En Entre Ríos, la empresa de Jacinto González Calderón inauguró en 1866 el Ferrocarril Primer Entrerriano que unió con un ramal de 10 kilómetros Gualeguay con Puerto Ruiz. Urquiza había aportado a ese emprendimiento 15.000 pesos fuertes. El buen burgués invertía en el país en proyectos que aseguraran su desarrollo. Organizó el país, favoreció la inmigración dando el ejemplo en la colonia San José; invirtió en ferrocarriles, en compañías navieras, en saladeros, en fábricas de paños, de velas y jabones, hizo de su Palacio de San José un centro político y administrativo al mismo tiempo que un jardín botánico y un centro cultural, rodeándose de las comodidades y los refinamientos más avanzados de la república. En septiembre de 2008 descansa en su mausoleo de la basílica de la Inmaculada Concepción de Concepción del Uruguay, tapado su féretro por un nylon y cagado de palomas. Será qué así castiga nuestro país a los que tienen la osadía de creer que es posible cimentar con cabeza y con dinero argentino el desarrollo de todos los argentinos.

2 comentarios:

Marbot dijo...

Triste destino de un prócer que murió con las botas puestas.

Chuli! dijo...

Exelente texto... recién los estoy conociendo en este rubro de escritores y demás. Hasta ahora sólo conocía voces je! Suerte gente!

Y tiene mucho de razón, pero en el final, cuando dice de "sera que así castiga nuestro país..." habra que recordar que el país lo hacemos entre todos. Si no siempre lo malo lo hace el de al lado. Es como cuando un hijo se manda alguna:
- la mamá le dirá al papá "mirá tu hijo" si lo que hizo es malo; o "ese es mi hijo" si es una epopeya.

Yo, ¡argentino! :P